Duncan bartlett BBC, Tokio |
Los clientes pagan por horas para disfrutar de su compañía. Usualmente se conforman con acariciarla, y ella a veces recompensa a sus favoritos apoltronándose cómodamente encima de ellos con los ojos cerrados, pose que a veces adopta para los fotógrafos.
Lola es una gata persa que puede alquilarse en el Ja La La Café, en el bullicioso barrio de Akihabara, en Tokio, la capital japonesa.
El negocio forma parte de la moda en auge de los "Gato-Cafés" que prestan a los clientes un servicio rápido, pero íntimo, con mascotas entrenadas.
Cuando visité el café había 12 felinos y siete clientes, la mayoría hombres solteros.
Un hombre, de escasamente 30 años, trataba de atraer a un ejemplar de gato de Angora sirviéndose de un ratón de goma.
Yutsuke, quien habla con ceceo, es una persona tímida que desearía tener un gato como mascota, pero sus frecuentes viajes de negocios se lo impiden. Como vive solo, Ja La La Café es su oportunidad de disfrutar de los felinos.
Más que gato
La compañía de un gato se cobra al equivalente a US$10 la hora.
Aquellos que no se sienten particularmente atraídos por los felinos tienen también oportunidad de disfrutar de otro tipo de mascotas. Y esto incluye conejos, hurones y, para los más exigentes, hasta escarabajos, que resultan más baratos.
Hay más de 150 compañías en Tokio que tienen licencias para alquilar animales de varios tipos, y como podría suponerse, los perros están entre los más populares.
El procedimiento con los canes es el siguiente: primero uno paga un depósito y luego la tarifa. Entonces recibe una correa, papel higiénico y una bolsa plástica, además de instrucciones sobre cómo tratar al nuevo amigo de cuatro patas.
Kaori es una mesera atractiva que suele, en las tardes de domingo, pasear por el parque a un Labrador si el clima lo permite. Si llueve, ambos se acurrucan frente al televisor en el apartamento de la chica.
"Cuando le miro a los ojos pienso que es mi perro", dice Kaori. "Pero cuando lo devuelvo a la tienda, él corre y mueve la cola para saludar al próximo cliente. Entonces me percato de que es sólo un perro de alquiler".
Compañía por dinero
Pero no es sólo la "lealtad" de los animales lo que se puede conseguir con dinero.
Hay toda una "industria" que ofrece compañía pagada, aunque vale aclarar que sólo una pequeña parte está relacionada con el sexo.
En estos momentos son muy populares los Campus Cafés, en los que los hombres socializan con estudiantes universitarias, y son más baratos que los clubes en los que políticos y empresarios beben whisky con mujeres en kimonos.
La mayoría de las chicas en estos cafés confortan únicamente con sus palabras.
Y más sorprendente puede resultar una empresa dedicada a alquilar "parientes".
Esta se sirve de actores que desempeñan los papeles de familiares distantes lo mismo en bodas que en funerales y quienes, por una tarifa extra, hasta pronuncian discursos.
"Hagemashi Tai", como se llama la firma, lo cual puede traducirse como "Quiero alegrarme", también renta "esposos" y "padres" temporales.
Un "padre", por ejemplo, puede ayudar a los niños a hacer las tareas escolares, llevarlos al parque, mediar con los maestros y hasta intentar solucionar disputas de vecinos.
El señor M. O., natural de Shizuoka, cerca del Monte Fuji, requirió los servicios de la compañía porque necesitaba "un padre". Ciego de nacimiento, él dice tener conflictos interiores que no ha podido solucionar con padres o maestros. "Me contuve porque no me sentía capaz de lidiar" con las críticas que éstos le prodigaban.
"Normalmente no me abro con un desconocido", dice, pero con el padre de alquiler no ocurrió así. "Sentía que hablaba con un padre real. Usaré el servicio otra vez".
Además de "padres" también se alquilan "madres" que ayudan a las mujeres a discutir, por ejemplo, problemas matrimoniales.
No sólo "madres". También "esposos". A éstos apelan mujeres a punto de contraer matrimonio, para ensayar la vida de casada, aunque no está claro si la parodia incluye seducción o labores domésticas.
Lo cierto es que la soledad es un problema que encaran muchos en estas islas densamente pobladas. Y que muchos japoneses parecen creer que, en las circunstancias adecuadas, el dinero puede tornar en amigo a un extraño... al menos por unas horas escurridizas como un gato.
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